¿Qué es ser español?

Por: Alba Bravo Zabalza y Ernesto Alonso Rodríguez (Grupo 120 LMCC)


Las relaciones que establecemos con las personas que nos rodean se basan en la imagen que tenemos de ellas y en los estereotipos adquiridos socialmente que puedan influenciarla, ya que categorizar en nuestra cabeza a un individuo establece un guión de comportamiento para tratar con él según sea el estereotipo con el que se le asocie. Lo queramos o no, definimos subjetivamente cada identidad cultural en base a la educación recibida: en el caso de los españoles, los definimos según una serie de estereotipos (piel blanca, religión católica, heterosexualidad, patriotismo, clase media económica) que, en realidad, no se cumplen en la mayoría de los casos que, no obstante, sí son españoles a nivel legal.

Con el fin de comprobar la veracidad de estos estereotipos, hemos realizado un estudio analizando las características generales de los españoles y las consecuencias sociales que tiene para ellos que estas características no correspondan con las estereotípicas.

Es imprescindible antes de comenzar restringir el rango de alcance del estudio, pues puede que sus resultados no definan a la sociedad en su conjunto sino únicamente a un sector particular de ésta. Nuestros sujetos de estudio son mayoritariamente universitarios, y un 83% de ellos se identifican con la ideología política de izquierdas, por lo que podríamos afirmar que encontramos ya un sesgo ideológico que define una mayoría de izquierdas entre los jóvenes y, por tanto, una mayoría de derechas entre el resto, ya que la realidad no presenta proporcionalmente este mismo porcentaje ideológico.
Una vez hecho esto, podemos recurrir finalmente a los resultados de la encuesta: sólo un 68% de las 362 personas encuestadas son blancas; un 15,2%, católicas; un 14,6%, patriotas; un 35,4%, heterosexuales y un 55,5% pertenecen a una clase media económica.
Así, comprobamos que el estereotipo no se cumple sino que, en realidad, la población española difiere enormemente de la imagen que tenemos de ella. Sólo el 5,5% de los entrevistados se identifican en su totalidad con el estereotipo español definido por esas cinco características, por lo que podríamos incluso admitir que este grupo es minoritario pero que, sin embargo, al ostentar el poder que les ofrecen los privilegios de pertenecer a los grupos normativos, son percibidos como una mayoría. 
De esta manera, ¿cuáles son las consecuencias sociales que tiene no ser percibido como español, independientemente de los orígenes reales de cada uno? El 36,2% de los encuestados reconocen haber recibido alguna vez un trato discriminatorio en España por no corresponderse su apariencia y rasgos a los esperados; cifra que, casualmente, parece complementar la de personas blancas: el color de piel es el rasgo principal que favorece esta identificación y es especialmente interesante destacar cómo, precisamente, el porcentaje de personas racializadas equivale de forma aproximada al de personas discriminadas.
Las personas encuestadas han proporcionado numerosos ejemplos que corroboran la tesis de que no encajar en la imagen prescrita lleva de la mano una discriminación en la mayoría de los casos. Algunas relatan estereotipos, como la creencia (en base a sus raíces latinoamericanas, a pesar de carecer de motivos para creerlo más allá de sus rasgos “extranjeros”) de que busca robar en las tiendas; otras narran incluso discriminaciones a nivel institucional, como la mandatoriedad de diferenciar entre los fonemas /θ/ y /s/ para aprobar la asignatura de Lengua Castellana en un colegio español, o la tardanza a la hora de tramitar la nacionalidad española (en teoría no permitida, pero tiene lugar igualmente). Una mujer latina reconoce que ella es bastante blanca a pesar de sus orígenes, así que no sufre discriminación por ser latina, mientras que el resto de su familia, de piel más oscura, sí lo hace: la única diferencia entre ella y sus familiares es el color de piel, pero ella no es percibida como extranjera ni sufre racismo a diario, y ellos sí.
Finalmente, podría definirse entonces este conflicto como la tensión entre características normativas y, en contraposición, no naturales. Así, podríamos definir realmente como español a aquel individuo cuyas características no lo predispongan a ser víctima de de una discriminación o maltrato; que pueda sentirse lo suficientemente cómodo con su propia naturaleza como para no temer ninguna vejación en base a ella. 
La conclusión que podemos extraer de esto es bastante demoledora, pues estrecha aún más el rango de individuos que cumplen realmente el estereotipo: al definir como natural y español aquello que puede no temer por su bienestar en base a su naturaleza individual, aparece sobre la mesa un nuevo eje de opresión: el género.
Si definimos “español” en términos de su seguridad individual, las mujeres ya quedan excluidas de este grupo, pues poseen una característica intrínseca —el ser mujer— que las convierte en potencial víctima de discriminación. Esto se explica, de nuevo, desde las jerarquías de poder. Aunque en teoría todos aquellos que tienen la nacionalidad española son españoles y merecen un trato equitativo, la realidad es bien distinta: no hemos evolucionado tanto desde las democracias griegas, en las que sólo un grupo muy reducido (masculino, evidentemente) ostentaba el poder y era considerado realmente ciudadano. La verdadera ciudadanía se refiere entonces finalmente a aquellas personas que se encuentran en el eje opresor de todas las distintas discriminaciones y, por tanto, se colocan en una posición de superioridad frente a los demás individuos. Esta superioridad les ofrece el derecho a ser ellos quienes nombren la realidad: desde sus privilegios que los definen como españoles, son capaces de determinar subjetivamente si los demás lo son también o no, pues ellos son los únicos que lo son de manera objetiva. *Beatriz Gimeno resume pues las conclusiones de este análisis de la siguiente manera: “porque esta lengua que usamos es la de los colonizadores existen en castellano decenas de palabras despectivas para referirse a indio o a negro y ninguna para referirse a blanco, que es el hombre, sin más. Así pues, nombrar es un privilegio del hombre, del hombre blanco y del hombre rico”.
En conclusión, la definición de español queda dada por las jerarquías establecidas en la sociedad, pues se considera como tal a aquél que pertenezca a los grupos privilegiados, a pesar de que sean en realidad una minoría. Las personas que no ostenten algunos de estos privilegios se enfrentan a ser percibidos como extranjeros de alguna manera y, por tanto, sometidos a los primeros, ya que reciben una discriminación por no asemejarse a ellos. Así, la cuestión de qué es exactamente ser español se resume con la diferenciación entre “nosotros” y “los otros” que define como extranjero a todo aquél que no encaje en la imagen estereotípica de “nosotros”.
*GIMENO, Beatriz, ¡Hola España y Españo!, Tribuna (155), 07/02/2018.


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