Una Europa vestida de alambres de espino e indiferencia.
Una Europa vestida de alambres de espino e indiferencia
Europa
es hipócrita y el desconocimiento de la población lo confirma.
En
2015, la entonces portavoz de Amnistía Internacional pronunció la
siguiente declaración a propósito de los continuos naufragios en el
Mediterráneo, la pasividad de los dirigentes europeos y la
invisibilización en los medios de comunicación: "Mientras todo
esto se está discutiendo, la gente se está muriendo. Europa sigue
sin hacer nada. La lógica de la fortaleza europea se mantiene",
mientras, efectivamente miles de personas morían cada día a las
puertas del considerado continente más “desarrollado” del mundo.
Debido a estos sucesos, las políticas migratorias llevadas a cabo
hasta ese momento por la Unión Europea quedaron en evidencia. La
solución por la que se optó fue el fortalecimiento de fronteras y
una mayor vigilancia de estas. Tres años después, la situación se
ha, incluso, agravado. No sólo se han fortalecido la mayoría, sino
que también se han construido más. A partir de 2015 se han creado
un total de nueve fronteras en países de centro y este de Europa
(ver infografía). El pensamiento unánime de las naciones de impedir
y frenar la masiva entrada de inmigrantes se materializó en el
esperado acuerdo de marzo de 2016, por el que Europa cerró
definitivamente sus fronteras la medianoche del 19 al 20 de este mes.
Además, de acuerdo con lo pactado en Bruselas, Turquía se
convertiría en el vertedero de Europa. Desde entonces, los
refugiados han sido tratados como si en vez de seres humanos fuesen
estorbos de los que hay deshacerse. Para ello, Europa realiza
periódicamente pagos a Turquía a cambio de que esta se encargue de
tener recluidas y confinadas en campos de refugiados a las mismas
personas que le otorgaron el nombre de la tierra de la libertad y la
democracia.
Resulta
bastante hipócrita que mientras existe libre tránsito y una
idealizada libertad de movimiento dentro de los países del acuerdo
de Schengen, el continente se blinde de cara al resto del mundo,
impidiendo la entrada de personas no europeas y especialmente
procedentes de países africanos o colindantes con el este de Europa
y cuyo desplazamiento es forzado y masivo.
La
misma Europa que presume de ser el continente moralmente superior,
más libre y con las democracias más sólidas del planeta, deja
mucho que desear en realidad. Todos (o casi todos) los europeos
conocemos y criticamos abiertamente las medidas proteccionistas de
Trump y nos escandalizamos al oír hablar sobre su famoso muro en la
frontera con México, cuando Europa está completamente blindada y
fortificada con vallas de alambre de espino, que desgarran la piel de
aquellos que intentan cruzarla por una ilusión de una vida mejor. Un
caso destacado fue el que tuvo lugar en el año 2014 en la playa de
Tarajal, en la frontera entre Ceuta (España) y Marruecos. Este
suceso tuvo como consecuencia la muerte de quince personas. Murieron
a causa de los disparos de pelotas de goma e intoxicados con gases
lacrimógenos por parte de la Guardia Civil española. A
continuación, adjuntamos el link de un reportaje con el testimonio
de algunos supervivientes:
https://lasmuertesdeceuta.eldiario.es/home.html?_ga=2.55133227.1645935253.1520851368-1272448912.1520851368
. Es increíble y vergonzoso como, ignorando las propias
declaraciones de los testigos, los portavoces del gobierno tratan de
negar lo evidente.
Mientras
los europeos miramos hacia EEUU con indignación y alarmismo,
ignoramos la situación existente en nuestras propias fronteras.
Además del caso que hemos mencionado anteriormente, las
deportaciones
en caliente
son otro claro ejemplo. Estas deportaciones
en caliente
llevadas a cabo por el gobierno español, fueron revisadas por el
Tribunal de Estrasburgo en 2014 con el fin de condenar al Estado a
indemnizar con 5.000 euros por daños morales a cada uno de los
demandantes. Sin embargo, todavía se seguían practicando en 2017.
Ese año, el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos
(TEDH) volvió a condenar al Estado español por las devoluciones
en caliente,
y un mes después intervino la ONU instando a España a abandonar
unas actuaciones policiales que suponen expulsar de inmediato a los
inmigrantes que entran irregularmente en Ceuta
y
Melilla;
sin
ofrecerles la posibilidad de pedir asilo, sin identificarlos y sin
darles asistencia jurídica ni sanitaria.
Por
otro lado, la creencia de que las fronteras sirven para mantener las
culturas de cada nación y sus respectivas identidades culturales
parece estar ampliamente extendida. Sin ir más lejos, el otro día
leíamos un tweet
escrito
por el usuario @alonso_dm que decía así: “Existe un mecanismo
para garantizar la máxima diversidad y proteger todas las culturas:
se llama fronteras.” Presenta una contradicción en si misma; ¿Cómo
se puede garantizar la máxima diversidad segmentando y aislando? Es
cierto que en un mundo completamente globalizado la influencia entre
culturas ha provocado en numerosos casos la pérdida paulatina de
algunas de ellas. Un ejemplo claro es la cultura asiática, que se ha
visto occidentalizada en muchos aspectos como la vestimenta o incluso
la alimentación (multinacionales como Mc Donalds o Starbucks han
trasladado las grasas saturadas a su nutrición). Sin embargo, la
existencia de fronteras no es la solución a este “proteccionismo
cultural”, puesto que la era de internet no conoce ninguna. Por
ello, la multiculturalidad y diversidad cultural es cada vez mayor e
ira aumentando progresivamente. Este mencionado “proteccionismo
cultural” es la razón por la que, ahora mismo, explica la
imposibilidad de definir como tal una identidad europea propiamente
dicha, más allá del ámbito económico. Aunque, esto no implica que
en un futuro se pueda llegar a hablar de una identidad a nivel
continental, cuando se supere estas múltiples identidades
nacionales.
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Escrito por: Irene Canencia, Laura Villafañe, Paula Urra.
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