LAS TRES RAMAS DEL CRISTIANISMO EN EUROPA Y SU INFLUENCIA HISTÓRICA


La delimitación de la Europa de hoy en día ha sido resultado de un sinfín de factores que la han modificando hasta establecer sus fronteras como las conocemos actualmente. Estos factores varían desde factores climáticos, sociales, o aquel en el que nos centraremos a lo largo del trabajo: el factor religioso desde un punto de vista bélico e histórico.
Como podemos observar en la infografía, la religión cristiana en Europa sufrió una división a raíz de dos grandes hechos, dando lugar a tres ramas diferentes, cada una con un porcentaje de creyentes propio. Ha sido tal la importancia de esta fracturación teológica, que ha llegado a ser la causa principal de numerosos conflictos bélicos y masacres de carácter nacional, internacional e incluso, en algunos casos, mundial. Y, por lo tanto, sirve como criterio viable para definir la identidad europea, como explica el catedrático Casiano Floristán, una Europa delimitada mediante tres fronteras religiosas:

“Hay, pues, en nuestro viejo continente, desde el siglo XVI, tres mundos religiosos: el  «latino», donde predomina el catolicismo; el «germano», bajo la influencia del protestantismo, y el «eslavo», en el que prima la ortodoxia” (Floristán, 2003).

A raíz de esta explicación, podemos comprender fácilmente a qué lugar pertenece cada porcentaje: el 40% católico abarca el Centro-Sur de la Europa Occidental; el 11% protestante abarca el Norte de la Europa Occidental; y el 22% ortodoxo ocupa la Europa Oriental. El 28% restante pertenece a otras religiones.
Como hemos dicho, esta división fue potenciada por dos grandes hechos: El Cisma de Oriente y Occidente, y la Reforma Protestante, de Lutero. En el Gran Cisma (1054) se produjo la división de católicos y ortodoxos; con Lutero, en cambio, se produjo la división de católicos y protestantes, desembocando en innumerables batallas y muertes que llegarán a su fin con el Tratado de Westfalia.
La primera gran división fue, por lo tanto, con el Gran Cisma.  Desde la división del Imperio Romano tras la muerte de Teodosio El Grande, se acrecentaron las diferencias entre Asia y Europa, sobre todo en cuanto a la cuestión religiosa debido a las numerosas acusaciones de herejía que realizó la iglesia de Constantinopla a la Iglesia Romana. La competencia entre ambas era tal que Miguel Cerulario, patriarca de Constantinopla, en 1051 decidió apoderarse de todos los monasterios que, estando en Constantinopla, apoyaran al Papa. A raíz de este acto y de las precedentes acusaciones de herejía, el Papa León IX envió a Constantinopla a Humberto de Silva con intención de que Miguel Cerulario se retractara bajo la amenaza de excomulgarlo. Ante la negativa por parte de Cerulario, el 16 de julio de 1054 se colocó la bula de excomunión de Cerulario en la iglesia de Santa Sofía, Constantinopla. No obstante, Miguel Cerulario no se rendiría tan fácilmente ante la palabra católica, decidiendo quemar la bula papal y excomulgar a Humberto de Silva, dando lugar a la definitiva consumación del cisma, y a la inminente división de la Europa Católica Occidental, y la Europa Ortodoxa Oriental.

La brecha que dividió a la Europa Occidental comenzó a aparecer en el siglo XVI ante las acusaciones que se hicieron a la Iglesia Católica y que englobaban la herejía y la venta de indulgencias. Debido a esta situación de desequilibrio, Martín Lutero, en 1517, emprendió un movimiento reformista que cobró gran popularidad por Europa del Norte gracias a la ayuda de la imprenta y a las ideas humanistas. Esta Reforma se difundió rápidamente a partir de las 95 tesis que realizó Lutero: 95 aspectos que la Iglesia Católica debía cambiar para recobrar el apoyo de todos. No obstante, la Iglesia Católica no estaba dispuesta a negociar, por lo que, ante la negativa por parte de Lutero de retractarse, en el Edicto de Worms se le acusó de hereje, censurando sus textos y comenzando el movimiento de la Contrarreforma.  A pesar de esta situación, los intentos contrarreformistas no pudieron impedir la difusión del pensamiento reformista independiente de Martín Lutero, con otros personajes como Juan Calvino, dando lugar a la división definitiva de la iglesia tradicional y la iglesia emergente, la Europa del Norte y la Europa del Sur, El Catolicismo y El Protestantismo.  Comienzan así las Guerras de religión en la Europa del Norte, que permitirán delimitar con mayor precisión la frontera católica y la protestante. Es en este contexto cuando ocurren la Guerra de los Ochenta Años (1568-1648) que enfrentó a las 17 provincias de los Países Bajos contra el rey de España, dando lugar a la división de los Países Bajos en el sur (católico) y norte (protestante); y la Guerra de los Tres Reinos (1639-1651), que enfrentó a Inglaterra con Escocia e Irlanda, resultando en numerosos conflictos y revueltas, especialmente en Escocia, debido a su insistencia en permanecer afín al catolicismo frente a la Inglaterra protestante. También desembocó en la Guerra Civil inglesa, influida fuertemente por las reclamaciones políticas y religiosas por parte del Parlamento y los civiles al rey Carlos I.
Las guerras de religión en Europa finalizaron definitivamente en 1648, con la firma de los tratados de Westfalia el 15 de mayo en Osnabrück y el 24 de octubre en Münster. Estos tratados acabaron finalmente con la guerra de los Treinta Años en Alemania y la guerra de los Ochenta Años entre España y los Países Bajos. Ambas guerras tenían fuertes motivos religiosos, y así los tratados de Westfalia acabaron perjudicando enormemente a la Iglesia Católica y al papado, que dejó de ejercer el significativo poder que había tenido sobre la política europea durante siglos.

En conclusión, la religión cristiana siempre ha sido una fuente de conflictos en Europa, especialmente con el Cisma de Occidente y la Reforma Protestante (seguida por la Contrarreforma), que acabó dividiendo Europa en las tres ramas del cristianismo: catolicismo, protestantismo e Iglesia ortodoxa. Estos conflictos finalmente terminaron gracias a la Paz de Westfalia, pero cambiaron de manera significativa el curso de la historia europea.

BIBLIOGRAFÍA


Elena Gómez Picazo y Ethel Sainz de Vicuña
Lenguas Modernas, Cultura y Comunicación, 110.

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